Especialistas del Instituto Nacional de Medicina Genómica (Inmegen) advierten que el hígado, el intestino y el cerebro mantienen una estrecha interrelación que es fundamental para la salud integral del organismo. Señalan que la afectación de cualquiera de estos tres órganos genera un impacto directo en los demás, provocando alteraciones digestivas, hepáticas e incluso mentales.
En la charla de divulgación de la serie Replicación «La comunicación entre intestino, hígado y cerebro y su impacto en la salud», el Dr. Julio Isael Pérez Carreón, investigador en Ciencias Médicas E del grupo de Enfermedades Hepáticas del Inmegen, explicó que estos órganos se comunican a través de la circulación sanguínea, el nervio vago y el sistema inmune, a través de una amplia variedad de moléculas. Se citó, como ejemplo, el aminoácido triptófano y el neurotransmisor serotonina , este último producido en el intestino, que influyen en el cerebro y son reguladas por el hígado.
El equipo de investigación liderado por el doctor Julio Isael Pérez se enfoca en comprender, a nivel genómico y molecular, los mecanismos que provocan que un hígado sano progrese en una variedad de patologías como la cirrosis y el hepatocarcinoma, condiciones que pueden afectar otros órganos e incluso derivando en la muerte del paciente.
Entre sus hallazgos, el equipo identificó que en pacientes con cáncer existe una baja expresión de proteínas que metabolizan compuestos indoles como la INMT, en contraste con los hígados sanos, donde esta proteína es abundante.
«El hígado tiene una enorme capacidad de regeneración. Sin embargo, la exposición crónica a agentes dañinos lo transforma en tejido cicatricial, lo que se conoce como cirrosis. Esta condición se encuentra presente en hasta el 90 por ciento de los casos de cáncer hepático», detalla el especialista.
El daño hepático se produce principalmente por el consumo excesivo de alcohol, las infecciones por virus de hepatitis B y C y la alimentación basada en productos ultraprocesados. El hígado graso, que es una consecuencia de la obesidad y la diabetes, también contribuye a este daño.
Todas estas causas son prevenibles. Sin embargo, cuando el daño progresa a cirrosis o cáncer, se desencadenan complicaciones severas como: várices en el aparato digestivo con riesgo de hemorragias fatales, disbiosis intestinal y acumulación de amonio en circulación que al llegar a el cerebro puede provocar encefalopatía, una condición caracterizada por desorientación, alteraciones conductuales, coma y, en última instancia, la muerte.
Adicionalmente, en la charla de divulgación, el maestro Isaac Aguirre Maldonado, estudiante de doctorado en el grupo de Enfermedades Hepáticas del Inmegen, el hígado funciona como «un gran escudo fisiológico». Este órgano es capaz de proteger al organismo, incluso por décadas, de la inflamación intestinal provocada por dietas poco saludables.
«Durante 10, 20 o hasta 30 años, el hígado mitiga la inflamación derivada de alimentos ultraprocesados, pero con el tiempo, esto puede derivar en hígado graso y fibrosis hepática», advirtió durante la charla.
El especialista también explicó que hay problemas de salud en los que el hígado no puede proteger el cerebro. Las investigaciones recientes han encontrado una conexión entre enfermedades bucales y neurodegenerativas. Por ejemplo, se ha observado que hasta el 65 por ciento de pacientes que desarrollaron Alzheimer padecieron gingivitis crónica en los 10 años previos al diagnóstico.
En este caso, no hay forma de que el hígado impida que las sustancias tóxicas de la gingivitis lleguen al cerebro debido a su ubicación. Esto nos permite dimensionar qué tan importante es este órgano protector, subrayó.
Los especialistas del Inmegen recomendaron adoptar hábitos que favorezcan el equilibrio entre hígado, intestino y cerebro:
- Mantener una alimentación saludable y balanceada
- Realizar actividad física de manera regular
- Evitar el consumo excesivo de alcohol y de alimentos ultraprocesados
- Mantener buena higiene del sueño
- Atender síntomas digestivos sin recurrir a la automedicación
«Si actuamos a tiempo, el daño hepático se puede revertir y el organismo recupera su equilibrio. El cuidado diario es la clave para una mejor salud integral», concluyó el doctor Pérez Carreón.
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